martes, 15 de mayo de 2012

Encarnación Ezcurra



Encarnación Ezcurra (Buenos Aires, 25 de marzo de 1795 - íd., 20 de octubre de 1838) fue una mujer y política argentina, esposa de Juan Manuel de Rosas.
Era hija de Juan Ignacio Ezcurra y Teodora de Arguibel, y contrajo matrimonio con Rosas el 16 de marzo de 1813. La anécdota tradicional cuenta que — de acuerdo con Juan Manuel — la entonces adolescente escribió una carta a éste, enviada con toda intención para ser leída por la madre de Rosas, en que supuestamente le confesaba estar embarazada, buscando así conseguir la anuencia de sus madres para un enlace estimado como temprano e inconveniente.
Desde ese momento se convertiría en la más fiel seguidora política de su marido, ayudándolo en las circunstancias más difíciles. Su rol como impulsora de la Revolución de los Restauradores e impulsora de la Sociedad Popular Restauradora, mientras su marido se encontraba sobrellevando la Conquista del Desierto, le aseguró a su marido los 17 años de control después de 1835, ya que la mencionada revolución derrocó a Juan Ramón González Balcarce y la sociedad anteriormente mencionada presionó a todos los gobiernos interinos, asegurándole a Rosas el deseo público de que se hiciera efectivo su retorno al gobierno y provocó que la Junta de Representantes, la encargada de designar gobernadores, viera a su esposo como la única opción para restablecer el orden social en la provincia.
A partir de estos hechos, y del triunfo de su marido en la Conquista del Desierto se le atribuyó el título de Heroína de la Santa Federación. Es particularmente notable que en aquella época, signada de prejuicios y con nula participación femenina en la política, una mujer haya logrado tan altas responsabilidades.
Su muerte fue imprevista, a la edad de 43 años. Aún hoy los historiadores discuten las causas médicas: se cree que pudo haber sido un paro cardiorrespiratorio o algo similar. Su defunción, sin embargo, estuvo cargada de un amplio duelo popular y político, a tal punto que 25.000 personas (sobre un total de 60.000 habitantes de la época) asistieron a su sepelio y a la procesión del féretro desde el Fuerte hasta el Convento de San Francisco. El cortejo fúnebre fue pagado por la Junta de Representantes, a la cual el gobernador Rosas agradeció formalmente la inversión el 1 de noviembre de 1838.

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