Historia 2º B Turno Tarde Escuela Provincial de Danzas Nº 5032 Nigelia Soria
jueves, 24 de mayo de 2012
Un sitio web recrea la Revolución de Mayo y propone seguir a los próceres en Twitter
http://www.lacapital.com.ar/informacion-gral/Un-sitio-web-recrea-la-Revolucion-de-Mayo-y-propone-seguir-a-los-proceres-en-Twitter-20120524-0045.html
lunes, 21 de mayo de 2012
Eduardo Galeano. “Las venas abiertas de América Latina”
“Es América Latina, la región de las venas abiertas. Desde el
descubrimiento hasta nuestros días, todo se ha transmutado siempre en capital
europeo o, más tarde, norteamericano, y como tal se ha acumulado y se acumula
en los lejanos centros de poder. Todo, la tierra, sus frutos y sus
profundidades ricas en minerales, los hombres y su capacidad de trabajo y
consumo, los recursos naturales y los recursos humanos. El modo de producción y
la estructura de clases de cada lugar han sido sucesivamente determinados,
desde fuera, por su incorporación al engranaje universal del capitalismo. A
cada cual se le ha asignado una función, siempre en beneficio del
desarrollo de la metrópoli extranjera de turno, y se ha hecho infinita la
cadena de las dependencias sucesivas, que tiene mucho más de dos eslabones, y
que por cierto también comprende, dentro de América Latina, la opresión de los
países pequeños por sus vecinos mayores y, frontera adentro de cada país, la
explotación que las grandes ciudades y los puertos ejercen sobre sus
fuentes internas de víveres y mano de obra…
Para
quienes conciben la historia como una competencia, el atraso y la miseria de
América Latina no son otra cosa que el resultado de su fracaso. Perdimos; otros
ganaron. Pero ocurre que quienes ganaron, ganaron gracias a que nosotros
perdimos: la historia del subdesarrollo de América Latina integra, como se ha
dicho, la historia del desarrollo del capitalismo mundial. Nuestra derrota
estuvo siempre implícita en la victoria ajena; nuestra riqueza ha generado
siempre nuestra pobreza para alimentar la prosperidad de otros: los imperios y
sus caporales nativos. En la alquimia colonial y neocolonial, el oro se
trasfigura en chatarra, y los alimentos se convierten en veneno. Potosí,
Zacatecas y Ouro Preto cayeron en picada desde la cumbre de los esplendores de
los metales preciosos al profundo agujero de los socavones vacíos, y la ruina
fue el destino de la pampa chilena del salitre y de la selva amazónica del
caucho; el nordeste azucarero de Brasil, los bosques argentinos del quebracho o
ciertos pueblos petroleros del lago de Maracaibo tienen dolorosas razones para
creer en la mortalidad de las fortunas que la naturaleza otorga y el imperialismo
usurpa. La lluvia que irriga los centros del poder imperialista ahoga
los vastos suburbios del sistema. Del mismo modo, y simétricamente, el
bienestar de nuestras clases dominantes –dominantes hacia dentro, dominadas
desde fuera- es la maldición de nuestras multitudes condenadas a una
vida de bestias de carga.”
martes, 15 de mayo de 2012
Juana Moro de López “La emparedada"
Nacida en Jujuy, durante las
guerras de independencia, lideró en Salta, junto con Doña Loreto Sanchéz de
Peón, una red de espionaje femenina conocida como Las Mujeres de la Independencia.
En el año 1814, después de
invadir Jujuy y Salta, el Jefe realista, Joaquín de la Pezuela, le informa al
virrey del Perú:
«Los gauchos nos hacen casi con
impunidad una guerra lenta pero fatigosa y perjudicial. A todo esto se agrega
otra no menos perjudicial que es la de ser avisados por horas de nuestros
movimientos y proyectos por medio de los habitantes de estas estancias y
principalmente de las mujeres, cada una de ellas es una espía vigilante y
puntual para transmitir las ocurrencias más diminutas de éste Ejército».
La comunicación, interceptada por
los patriotas, es un claro testimonio de la actuación de las mujeres. Una de
las que desvelaba al jefe realista era la jujeña Juana Moro de López, delicada
dama que humildemente vestida se trasladaba a caballo espiando recursos y
movimientos del enemigo.
En una oportunidad fue apresada y
obligada a cargar pesadas cadenas, pero no delató a los patriotas. Sufrió el
castigo más grave. Cuando Pezuela invadió Jujuy y Salta. Juana fue detenida y
condenada por espionaje a morir tapiada en su propio hogar. Días más tarde una
familia vecina, condolida de su terrible destino, oradó la pared y le proveyó
agua y alimentos hasta que los realistas fueron expulsados.
Fue emparedada a los 29 años,
pero murió centenaria. A consecuencia de la difícil situación que atravesó fue
su apodo: «La Emparedada».
Macacha Güemes
Magdalena (Macacha) Güemes de Tejada. Hermana del general
Martín Miguel de Güemes, de cuya acción en pro de la independencia fue eficaz
colaboradora. Nació en Salta el 11 de diciembre de 1787 y era hija de María
Magdalena Goyechea y de la Corte y Gabriel Güemes Montero, tesoro de la Real
Hacienda. Recibió la educación habitual para las mujeres de su época y
oposición, pero poseía cualidades propias que le permitieron descollar en un
medio rico en mujeres de personalidad.
El 24 de octubre de 1803 se casó con Román Tejada,
perteneciente a una antigua familia de Salta.
Poco después de la Revolución de Mayo, convirtió su casa en
taller para confeccionar ropa para los soldados de la partida de observación
organizada por su hermano. A partir de entonces fue su más entusiasta
colaboradora, y supo sacar partido de su inteligencia y su posición para
desempeñar tareas arriesgadas, especialmente cuando los realistas ocupaban la
ciudad de Salta y Güemes los combatía por todos los medios.
Dotada de habilidad política, la puso al servicio de su
hermano en los momentos difíciles, como en 1815, cuando gracias a sus gestiones
se llegó a la paz de los Cerrillos, luego de la delicada situación surgida
entre Güemes y las fuerzas de Buenos Aires al mando del general Rondeau. Güemes
se encontraba con ella cuando una partida realista lo atacó e hirió, en Salta,
el 7 de junio de 1821, causándole la muerte en pocos días después. Macacha
continuó participando en los sucesos políticos de la provincia, con la audacia
que la caracterizaba.
Fue muy querida por el pueblo debido a la generosidad con
que ayudaba a los necesitados.
Falleció en Salta el 7 de junio de 1866.
Eulalia Ares
Eulalia Ares fue una catamarqueña que en 1862 encabezó una revuelta conocida en la historia de Catamarca
con el nombre de "Revolución de las Mujeres", por la cual restableció
el orden constitucional y se convirtió en gobernadora de hecho las pocas horas
que precisó para normalizar la situación y entregar el mando.
Eulalia Ares nació en Ancasti, Provincia de Catamarca en 1809, hija
del español Pedro Ares y de la catamarqueña Trinidad Díaz de la Peña,
descendiente del unitario Miguel Díaz de la Peña. Se educó en el Colegio de las
Carmelitas. Mujer de carácter, acostumbrada a manejar los negocios dejados por
su padre al fallecer, en 1828 a la muerte de su madre Eulalia Ares se hizo
cargo de sus hermanas menores, Justa, Carlota y Carmen. El año anterior, 1827,
había casado con el teniente José Domingo Vildoza (o Bildoza), hacendado de
Ipizca, con quien tuvo siete hijos.
En los estertores de la Guerra entre la Confederación Argentina y el
Estado de Buenos Aires, en el norte del país las fuerzas santiagueñas y
tucumanas favorables a Bartolomé Mitre triunfaron en la batalla de El Ceibal
frente al ejército federal enviado por el presidente Santiago Derqui.
La fidelidad a la causa federal se mantuvo algún tiempo en Catamarca,
La Rioja y Salta. El gobernador interino tucumano José María del Campo apoyado
en las milicias del sur de la provincia y las de Santiago del Estero, Córdoba y
Santa Fe se decidió a enfrentar la amenaza salteña, pero el gobernador de esa
provincia se avino a un arreglo pacífico, que terminó en la elección de José
Uriburu como gobernador provincial el 13 de mayo de 1862.
La invasión a Tucumán de Celedonio Gutiérrez apoyado por el gobernador
de Catamarca Samuel Molina en combinación con Ángel Vicente Peñaloza, obligó a
movilizar a la Guardia Nacional que con compañías de los regimientos de
Monteros y Famaillá permitió detener el ataque en el combate de Río Colorado
(Famaillá). Mitre decidió finalmente intervenir en el norte para asegurar
acuerdos con las provincias de la región y nombró comisionado al gobernador de
Córdoba Marcos Paz.
El gobernador Samuel Molina renunció el 1 de febrero de 1862 siendo
electo por la legislatura en su reemplazo Francisco Ramón Galíndez. Marcos Paz
continuó sin embargo su marcha y al llegar con sus tropas a Catamarca los
últimos jefes del partido federal abandonaron la provincia. Galíndez resignó el
poder en Moisés Omill quien el 3 de marzo de 1962 convocó a elecciones,
resultando electo José Luis Lobo, quien dispuso la cesantía de todos los
funcionarios y empleados de la administración anterior y la formación de una
legislatura liberal, la que eligió el 1 de abril como gobernador interino a
Moisés Omill, con lo que Marcos Paz regresó finalmente a Córdoba.
Mientras, en Tucumán, Benjamín Villafañe envió finalmente su renuncia
formal y la legislatura provincial presidida por José Posse confirmó como
gobernador propietario a José María del Campo.
Sin embargo, la situación pronto se ensombrecería nuevamente, motivada
esta vez por la lucha por la hegemonía regional entre las dos provincias
centrales del nuevo régimen en el norte, Tucumán y Santiago del Estero. El
disparador sería la lucha por la candidatura a la vicepresidencia de la nación.
Las opciones para acompañar a Mitre eran tres: la de Domingo Faustino
Sarmiento, la de Marcos Paz y la de Manuel Taboada. Mientras por supuesto
Santiago apoyaba a Taboada, del Campo y Posse impulsaban la de Sarmiento. En
Tucumán no había acuerdo en esto y los círculos liberales tucumanos dirigidos
por José Frías promovían la candidatura de Marcos Paz, por lo que del Campo
finalmente se alineó con Marcos Paz, ya que lo que en realidad contaba era
frenar la candidatura de Taboada.
La vecina provincia de Catamarca, que aportaba diez electores a la
Asamblea que definiría la vicepresidencia, se convertiría en el campo de
batalla de esa lucha. Depuesto el gobernador Samuel Molina, asumió la
gobernación interina Moisés Omill, allegado a del Campo y a Posse.
En 1862 Ramón Rosa Correa, apoyado por los Taboada derrotó en las
elecciones al gobernador provisional y candidato a titular Moisés Omill,
apoyado por del Campo. Pero Correa había obtenido 15 votos entre los electores
y Omill 13.
Apoyándose en el hecho de que Ramón Rosa Correa no había obtenido
mayoría absoluta, los dos tercios de la asamblea electoral según lo marcaba la
constitución provincial, Omill vetó la sanción de la Legislatura, y para
consolidar su posición expulsó a jueces opositores y a cinco diputados y tras
reemplazarlos por sus partidarios, hizo declarar nulo el nombramiento de Correa.
Mientras los Taboada apoyaban la elección de Correa "por creerla
de todo punto legal" e Isidoro López demandaba intervención del gobierno
nacional, y en Catamarca Omill pedía armas al gobernador del Campo, Correa se
puso de acuerdo con el Comandante General de Armas de la provincia Domingo
Vildoza y los comandantes Melitón Córdoba y Luis Quiroga para deponer a Omill.
Antes de que pudieran reunírsele las fuerzas de Melitón Córdoba y Luis
Quiroga en Chiflón, al pie de las cuesta del Portezuelo, el 1 de julio las
tropas de Vildoza fueron dispersados por el batallón de guardiacárceles al
mando del mayor Eustafio Maturana, quien el 6 de julio derrotó en el combate de
Sumampa a Córdoba y a Quiroga.1
La intervención del gobernador del Campo en el conflicto catamarqueño
movió a los liberales tucumanos encabezados por José Frías, Julián Murga y
Pedro Garmendia a manifestar a Marcos Paz su desacuerdo poniendolo al tanto de
que "el gobernador Campo, don Felipe Posse y el ministro Granillo han
pretendido sostener con fuerza armada al gobernador Omill de Catamarca, en
competencia al gobernador de Santiago que sostenía al gobernador Correa. Una
fuerte resistencia han encontrado en la comisión de la Honorable Sala que
prestaba su dictamen en contrario y en los ciudadanos más notables" y
afirmando que "el gobernador Campo, entusiasta por la milicia para dar
importancia a esta provincia con la fuerza, olvida que las instituciones dan
más importancia que las armas".
En respuesta, el 21 de julio del Campo manifestaba a Paz que
"Manuel Taboada (…) cuando se ha convencido de que acá (en Tucumán) no ha
de obtener votos para la vicepresidencia ha resuelto a romper (con nosotros)
con la doble furia de haber sido vencido en Catamarca después de haber prestado
auxilios al Sr. Correa. Por nuestra parte sólo hemos contribuido a favor de
Omill (…) y contamos allí con un buen amigo. Mis trabajos sobre la elección de
vicepresidente he extendido hasta Salta, Jujuy, Catamarca y La Rioja donde ha
marchado mi ministro el Dr. Granillo, como quien ejercía el oficio de
comisionado cerca del gobernador de Catamarca, para terminar la cuestión de
aquel pueblo. No se descuide de hablar con el Gral. Mitre de la conducta vil de
los santiagueños que deprimen gratuitamente a hombres de honorables antecedentes".
El 28 de julio José Posse agregaba en carta a Paz
"desgraciadamente esos hombres (los Taboada) encontrarán a quien los
defienda en Buenos Aires pero ya vendrá el desengaño para todos. Es preciso
sostener a Omill… Si los Taboada lograsen permanecer con su influencia en
Catamarca tendríamos muy cerca de nosotros el peligro. Hoy mismo están ya
haciendo una colonia de mazorqueros en Santiago (…) la influencia de Taboada en
Catamarca se la teme más que la de Gutiérrez".
Ante la falta de reacción de los partidarios de Correa, a los que
calificaba despectivamente de "gallos de corral", Eulalia Ares fue a
Santiago del Estero en procura de armas y a su regreso convocó a sus amigas a
una reunión en la que convinieron atacar la casa de gobierno.
En la madrugada del 18 de agosto 23 mujeres se encontraron en la
iglesia donde cambiaron sus faldas por ropa de hombre y dirigidas por Eulalia
Ares, secundadas por un fabricante de imágenes de santos, Daniel Palacio, y
algunos hombres del pueblo contratados a esos efectos, tomaron el cuartel del
Cabildo sorprendiendo a la guardia dormida, tras lo que acompañadas por algunos
oficiales que se les habían unido se dirigieron a la casa del gobernador.
Pistola en mano Eulalia Ares exigió a Omill que se entregase pero se
inició un tiroteo con los guardias, el que Omill aprovechó para huir saltando
las paredes del fondo de su casa a pedir ayuda a los frailes del convento de
San Francisco, quienes le prestaron un hábito y un caballo pudiendo huir a
Tucumán.
Ya en control de la situación y mientras esperaba la llegada de
Vildoza con nuevas tropas, Eulalia Ares dispuso medidas para la defensa de la
casa de gobierno, desconociendo aún su paradero ordenó la detención de Moisés
Omill y convocó a una reunión en el Cabildo, que horas más tarde presidía.
Durante esas horas como gobernadora de hecho, ordenó rezos de acción de gracias
por el triunfo de la revolución, que se engalanaran los frentes de las casas y
que se distribuyeran limosnas a los pobres. Organizó finalmente un plesbicito
que eligió gobernador a Pedro Cano hasta el regreso del titular, Ramon Rosa
Correa, el que regresó de Santiago del Estero recién 12 dias despues, asumiendo
el mando el 30 de agosto de 1862.
Omil, desde Tucumán, solicitó la gestión del general Wenceslao Paunero
ante el general Bartolomé Mitre para que interviniera Catamarca, pero la
decisión ya había sido tomada. Ante la escalada de la situación los liberales
tucumanos acusaron a los gobiernos de ambas provincias como responsables de la
peligrosa situación y pidieron la intervención nacional. Frente al estado de
guerra civil en la provincia y el conflicto de fondo entre Tucumán y Santiago,
el 16 de agosto de 1862 el Congreso Nacional había autorizado al ejecutivo a
intervenir Catamarca, resultando designado el senador por Salta general Anselmo
Rojo, viejo opositor de Omil, quien contra la previsión de éste confirmó a
Correa, mientras el Congreso Nacional hacía llegar a Eulalia Ares su
agradecimiento "por su noble cooperación al restablecimiento de la paz y el
orden constitucional del país".
Pero Correa no pudo gobernar: en abril de 1863 la tropa se amotinó y
saqueó la ciudad quemando el archivo oficial, con lo que Correa tuvo que
delegar el mando en el comandante Víctor Maubecín, apoyado por los Taboada.
Juana Azurduy de Padilla
Juana Azurduy de Padilla (La Plata (hoy Sucre), 12 de julio de 1780 - 25
de mayo de 1862) fue una patriota guerrillera del Alto Perú (actual Bolivia),
que acompañó a su esposo Manuel Ascencio Padilla en el liderazgo de la
Republiqueta de La Laguna en las luchas por la emancipación en el Virreinato
del Río de la Plata.
Nació en La Plata, actual Sucre, Provincia de Oropeza, Departamento de
Chuquisaca y murió en la misma ciudad el 25 de mayo de 1862.
A la muerte de su esposo asumió la comandancia de las guerrillas que
conformaban la luego denominada Republiqueta de La Laguna, por lo que es
honrada su memoria en la Argentina y en Bolivia. Hablaba el castellano y
quechua. Se educó en el prestigioso Convento de Santa Teresa de Chuquisaca.
El año de su nacimiento la ciudad de La Paz fue sitiada por Tupaj Katari
y Bartolina Sisa, alzados en armas en apoyo a Túpac Amaru.
Azurduy y su esposo Padilla se sumaron a la Revolución de Chuquisaca que
el 25 de mayo de 1809 destituyó al presidente de la Real Audiencia de Charcas,
en la que tuvo protagonismo Juan Antonio Álvarez de Arenales. Ligados con las
expediciones enviadas desde Buenos Aires, al mando primero de Antonio González
Balcarce y luego del General Manuel Belgrano, combatieron a los realistas
defendiendo la zona comprendida entre Chuquisaca y las selvas que mediaban
hacia Santa Cruz de la Sierra. Vio morir a sus cuatro hijos y combatió
embarazada de su quinta hija.
Tras la derrota del Ejército del Norte en la Batalla de Guaqui el 20 de
junio de 1811, los realistas al mando de José Manuel de Goyeneche recuperaron
el control del Alto Perú y las propiedades de los Padilla junto con las
cosechas y sus ganados fueron confiscadas, siendo apresada Juana Azurduy y sus
hijos, pero Padilla logró rescatarlos refugiándose en las alturas de Tarabuco.
En 1813 Padilla y Juana Azurduy se pusieron a las órdenes de Belgrano,
nuevo jefe del Ejército Auxiliar del Norte, llegando a reclutar 10.000
milicianos. Durante la Batalla de Vilcapugio, Padilla y sus milicianos debieron
transportar la artillería sin participar en el combate. Juana Azurduy organizó
luego el "Batallón Leales" que participó en la Batalla de Ayohuma el
9 de noviembre de 1813, que significó el retiro de los ejércitos argentinos del
Alto Perú. A partir de ese momento Padilla y sus milicianos se dedicaron a
realizar acciones guerrilleras contra los realistas.
Azurduy lideró la guerrilla que atacó el cerro de Potosí, tomándolo el 8
de marzo de 1816. Debido a su actuación, tras el triunfo logrado en el Combate
del Villar recibió el rango de teniente coronel por un decreto firmado por Juan
Martín de Pueyrredón, Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la
Plata, el 13 de agosto de 1816. Tras ello, el general Belgrano le hizo entrega
simbólica de su sable.
El 14 de noviembre de 1816 fue herida en la Batalla de La Laguna, su
marido acudió a rescatarla y en este acto fue herido de muerte.
El cambio de planes militares, que abandonó la ruta altoperuana para
combatir a los realistas afincados en el Perú por vía chilena, disminuyó el
apoyo logístico a la guerrilla comandada por Azurduy, que se replegó hacia el
sur, uniéndose finalmente a Martín Miguel de Güemes. A la muerte de Güemes, en
1821, se vio reducida a la pobreza.
En 1825, el Libertador Simón Bolívar, luego de visitarla y ver la
condición miserable en que vivía, avergonzado la ascendió al grado de Coronel y
le otorgó una pensión. Al salir, le comentó a Sucre: «Este país no debería
llamarse Bolivia en mi homenaje, sino Padilla o Azurduy, porque son ellos los
que lo hicieron libre». En Charcas conoció a otra mujer extraordinaria de la
independencia americana, Manuela Sáenz, también con el grado de Coronel, quien
le escribió:
El Libertador Bolívar me ha comentado la honda emoción que vivió al
compartir con el General Sucre, Lanza y el Estado Mayor del Ejército
Colombiano, la visita que realizaron para reconocerle sus sacrificios por la
libertad y la independencia. El sentimiento que recogí del Libertador, y el
ascenso a Coronel que le ha conferido, el primero que firma en la patria de su
nombre, se vieron acompañados de comentarios del valor y la abnegación que
identificaron a su persona durante los años más difíciles de la lucha por la
independencia. No estuvo ausente la memoria de su esposo, el Coronel Manuel
Asencio Padilla, y de los recuerdos que la gente tiene del Caudillo y la
Amazona.
Manuela Sáenz, 8 de diciembre de 1825
Posteriormente el general Sucre le aumentó su pensión, que apenas le
alcanzaba para comer, pero dejó de percibirla en 1830 debido a los vaivenes
políticos. En una carta escrita en ese año, cuando vagaba por las selvas del
Chaco argentino:
"A las muy honorables
juntas Provinciales: Doña Juana Azurduy, coronada con el grado de Teniente
Coronel por el Supremo Poder Ejecutivo Nacional, emigrada de las provincias de
Charcas, me presento y digo: Que para concitar la compasión de V. H. y llamar
vuestra atención sobre mi deplorable y lastimera suerte, juzgo inútil recorrer
mi historia en el curso de la Revolución.(...)Sólo el sagrado amor a la patria
me ha hecho soportable la pérdida de un marido sobre cuya tumba había jurado
vengar su muerte y seguir su ejemplo; mas el cielo que señala ya el término de
los tiranos, mediante la invencible espada de V.E. quiso regresase a mi casa
donde he encontrado disipados mis intereses y agotados todos los medios que
pudieran proporcionar mi subsistencia; en fin rodeada de una numerosa familia y
de una tierna hija que no tiene más patrimonio que mis lágrimas; ellas son las que
ahora me revisten de una gran confianza para presentar a V.E. la funesta lámina
de mis desgracias, para que teniéndolas en consideración se digne ordenar el
goce de la viudedad de mi finado marido el sueldo que por mi propia graduación
puede corresponderme".
Pasó varios años en Salta solicitando al gobierno boliviano, ya
independiente, sus bienes confiscados. La pensión que le habían otorgado le fue
quitada en 1857 bajo el gobierno de José María Linares. Murió indigente el día
25 de mayo de 1862 cuando estaba por cumplir 82 años y fue enterrada en una
fosa común.
Sus restos fueron exhumados 100 años después, para ser guardados en un
mausoleo que se construyó en su homenaje en la ciudad de Sucre.
Manuelita Rosas
Manuela Rosas de Terrero, más
conocida como Manuelita Rosas (Buenos Aires, Provincias Unidas del Río de la
Plata, 24 de mayo de 1817 - Londres, Reino Unido, 17 de septiembre de 1898) fue
una personalidad política argentina, hija de Juan Manuel de Rosas y Encarnación
Ezcurra.
Hasta el fallecimiento de su
madre, en 1838, ésta ejerció una importante influencia política y social en la
política de la provincia de Buenos Aires, de la que Rosas era gobernador,
mientras Manuela permaneció en un segundo plano. A diferencia de su padre,
mantenía algunas relaciones con su hermano Juan.
Tras la pérdida de su madre,
Manuelita comenzó a ejercer de hecho como una Primera Dama, acompañando a su
padre en ceremonias protocolares y recibiendo a embajadores extranjeros y
representantes de los gobiernos de las provincias argentinas. Durante los años
en que su padre permaneció en el poder fue un símbolo del Partido Federal; a
diferencia del rígido carácter de su padre, aportaba en las relaciones públicas
de éste gestos de humanidad y de dulzura, pero –a diferencia de su madre –
nunca fue su consejera, ni organizó su partido.1
Manuela era íntima amiga de
Camila O'Gorman, la joven muchacha que protagonizó una trágica historia de amor
con un sacerdote bajo el mandato de Rosas. Además, Manuela tenía un romance con
Máximo Terrero, hijo del amigo y socio de Rosas, Juan Nepomuceno Terrero. No
obstante esa relación de amistad, su padre se oponía al matrimonio de su hija.
Sólo después de que Rosas fuera
derrocado por Justo José de Urquiza en 1852, y cuando ambos habían emigrado a
Inglaterra, Manuelita y Máximo pudieron concretar su matrimonio, aún sin el
permiso del general, que se quejaba a sus visitantes de haber sido
"abandonado" por su hija.2
Tuvieron dos hijos, Mariano
Máximo en 1856 y Rodrigo Tomás en 1858, ambos nacidos en Gran Bretaña. Tenía
una activa vida social, e incluso animó a varios ingleses a instalarse en la
Argentina, entre ellos quien sería el futuro general Ignacio Fotheringham.
Continuó durante los años de su exilio visitando a su padre hasta su
fallecimiento, en 1877, cuyos funerales presidió.
Manuelita falleció en Londres en
1898, después de haber llevado una vida tranquila en el exilio y sin haber regresado
a la Argentina desde la Batalla de Caseros.
Encarnación Ezcurra
Encarnación Ezcurra (Buenos Aires, 25 de marzo de
1795 - íd., 20 de octubre de 1838) fue una mujer y política argentina, esposa
de Juan Manuel de Rosas.
Era hija de Juan Ignacio Ezcurra
y Teodora de Arguibel, y contrajo matrimonio con Rosas el 16 de marzo de 1813.
La anécdota tradicional cuenta que — de acuerdo con Juan Manuel — la entonces
adolescente escribió una carta a éste, enviada con toda intención para ser
leída por la madre de Rosas, en que supuestamente le confesaba estar
embarazada, buscando así conseguir la anuencia de sus madres para un enlace
estimado como temprano e inconveniente.
Desde ese momento se convertiría
en la más fiel seguidora política de su marido, ayudándolo en las circunstancias
más difíciles. Su rol como impulsora de la Revolución de los Restauradores e
impulsora de la Sociedad Popular Restauradora, mientras su marido se encontraba
sobrellevando la Conquista del Desierto, le aseguró a su marido los 17 años de
control después de 1835, ya que la mencionada revolución derrocó a Juan Ramón
González Balcarce y la sociedad anteriormente mencionada presionó a todos los
gobiernos interinos, asegurándole a Rosas el deseo público de que se hiciera
efectivo su retorno al gobierno y provocó que la Junta de Representantes, la
encargada de designar gobernadores, viera a su esposo como la única opción para
restablecer el orden social en la provincia.
A partir de estos hechos, y del
triunfo de su marido en la Conquista del Desierto se le atribuyó el título de
Heroína de la Santa Federación. Es particularmente notable que en aquella
época, signada de prejuicios y con nula participación femenina en la política,
una mujer haya logrado tan altas responsabilidades.
Su muerte fue imprevista, a la
edad de 43 años. Aún hoy los historiadores discuten las causas médicas: se cree
que pudo haber sido un paro cardiorrespiratorio o algo similar. Su defunción,
sin embargo, estuvo cargada de un amplio duelo popular y político, a tal punto
que 25.000 personas (sobre un total de 60.000 habitantes de la época)
asistieron a su sepelio y a la procesión del féretro desde el Fuerte hasta el
Convento de San Francisco. El cortejo fúnebre fue pagado por la Junta de
Representantes, a la cual el gobernador Rosas agradeció formalmente la
inversión el 1 de noviembre de 1838.
María Remedios del Valle
María Remedios del Valle fue una
de las llamadas «niñas de Ayohúma», aquellas que asistieron al derrotado
ejército de Manuel Belgrano en la batalla de Ayohúma. De origen afroargentino,
actuó como auxiliar en las Invasiones Inglesas y tras la Revolución de Mayo
acompañó como auxiliar y combatiente al Ejército del Norte durante toda la guerra
de Independencia de la Argentina lo que le valió el tratamiento de «capitana» y
de «Madre de la Patria» y, al finalizar sus días, el rango de sargento mayor
del Ejército.
Nacida en la ciudad de Buenos
Aires, entonces capital del Virreinato del Río de la Plata, parda según el
sistema de castas, durante la Segunda invasión inglesa al Río de la Plata,
María Remedios del Valle auxilió al Tercio de Andaluces, uno de los cuerpos
milicianos que defendieron con éxito la ciudad, y según el parte del comandante
de ese cuerpo «Durante la campaña de Barracas, asistió y guardó las mochilas
para aligerar su marcha a los Corrales de Miserere».
Al producirse la revolución del
25 de mayo de 1810 y organizarse la primera expedición auxiliadora al Alto
Perú, conformando lo que luego se denominaría Ejército del Norte, el 6 de julio
de 1810 Del Valle se incorporó a la marcha de la 6° Compañía de artillería
volante del Regimiento de Artillería de la Patria al mando del capitán Bernardo
Joaquín de Anzoátegui, acompañando a su marido y sus dos hijos (uno adoptivo),
quienes no sobrevivirían a la campaña.4
María Remedios del Valle continuó
sirviendo como auxiliar durante el exitoso avance sobre el Alto Perú, en la
derrota de Huaqui y en la retirada que siguió. En vísperas de la batalla de
Tucumán se presentó ante el general Manuel Belgrano para solicitarle que le
permitiera atender a los heridos en las primeras líneas de combate. Belgrano,
reacio por razones de disciplina a la presencia de mujeres entre sus tropas, le
negó el permiso, pero al iniciarse la lucha Del Valle llegó al frente alentando
y asistiendo a los soldados quienes comenzaron a llamarla la «Madre de la
Patria». Tras la decisiva victoria, Belgrano la nombró capitana de su ejército.
Tras vencer en la batalla de
Salta, Belgrano fue derrotado en Vilcapugio y debió replegarse. El 14 de
noviembre de 1813 las tropas patriotas se enfrentaron nuevamente a las
realistas en la batalla de Ayohúma y fueron nuevamente derrotadas. María de los
Remedios del Valle combatió, fue herida de bala y tomada prisionera. Desde el
campo de prisioneros ayudó a huir a varios oficiales patriotas. Como medida
ejemplificadora, fue sometida a nueve días de azotes públicos que le dejarían
cicatrices de por vida. Pudo escapar y reintegrarse al ejército argentino donde
continuó siguiendo a las fuerzas de Martín Miguel de Güemes y Juan Antonio
Álvarez de Arenales, empuñando las armas y ayudando a los heridos en los
hospitales de campaña.
Finalizada la guerra y ya
anciana, del Valle regresó a la ciudad de Buenos Aires, donde se encontró
reducida a la mendicidad.
Martina Céspedes:
Martina Céspedes: (no
hay foto)
Durante las jornadas de lucha de
las invasiones ingleses, doce soldados ingleses se metieron en la casa de doña
Martina Céspedes, madre de tres hijas.
Doña Martina y sus tres hijas los
recibieron cordialmente y les sirvieron bebidas con generosidad, hasta que los
doce fiesteros ingleses terminaron totalmente en curda y encerrados en una
pieza, hasta que fueron entregados a Liniers por Doña Martina. Por la hazaña
recibió el cargo de “Sargento Mayor con
goce de sueldo y uso de uniforme”.
Manuela Pedraza
Manuela Pedraza (n. Tucumán,
Provincias Unidas del Río de la Plata), fue defensora de la ciudad de Buenos
Aires durante la Primera invasión inglesa de 1806 y considerada de
participación heroica.
Luchó contra la invasión inglesa
a Buenos Aires los días 10, 11 y 12 de agosto de 1806 junto a su marido hasta
el último día en la batalla de la plaza mayor donde las fuerzas de Santiago de
Liniers rodearon La Fortaleza (Hoy Casa Rosada sede del Gobierno).
La llamaban "Manuela la tucumanesa". Se insertó
junto al Batallón de Patricios, en medio del fuego de metralla del bando inglés
usando un fusil.
En la batalla del 11 de agosto de
1806 matan a su esposo y ella persigue y mata al soldado inglés atravesándolo
con la bayoneta y matando a otro con el fusil que recogió de su marido muerto
en combate.
Al término de la lucha, el
comandante Liniers la integra al Batallón de Patricios y le da el grado de
Alférez y con goce de sueldo. El parte de Santiago de Liniers que se encuentra
en el Museo del Cabildo dice:
"No debe omitirse el nombre de la mujer de un cabo de Asamblea,
llamada Manuela la Tucumanesa, que combatiendo al lado de su marido con sublime
entereza mató un inglés del que me presentó el fusil"
Manuela termina trastornada y en
la miseria. Una calle de la ciudad que ayudo a reconquistar lleva su nombre.
Mujeres protagonistas de la historia
Mariquita Sánchez
de Thompson:
María
Josepha Petrona de Todos los Santos Sánchez de Velazco y Trillo, más conocida
como Mariquita Sánchez de Thompson, (Buenos Aires, 1 de
noviembre de 1784 – Buenos Aires, 23 de octubre de 1868)
fue una patriota argentina.
Su origen y sus dos matrimonios le aseguraban una
posición social de "primera línea", pero demostró que su personalidad
bastaba para colocarla en el nivel que ocupó. Llenó muchas páginas de la
pequeña historia y se convirtió en símbolo de la mujer argentina del pasado por
la brillantez de su desempeño y la franqueza de sus actitudes. Nacida en Buenos
Aires el 1º de noviembre de 1786, fueron sus padres el granadino Cecilio
Sánchez de Velazco y la porteña Magdalena Trillo. Antes de cumplir quince años
se enamoró de su primo Martín Thompson y se comprometió, contra la opinión de
sus padres. Empecinada, se presentó al virrey Sobremonte para que dejase sin
efecto los arreglos que había hecho la madre -el padre ya había muerto- para
casarla con Diego del Arco. Cerca de un año después de iniciado el juicio, los
enamorados obtuvieron la autorización y la boda se realizó el 29 de julio de
1805.
A partir de entonces, la vida de Mariquita estuvo
ligada a los acontecimientos públicos. Abrazó con fervor la causa de la
libertad y colaboró con todas las empresas patrióticas. Su casa de la calle
Umquera, hoy Florida, acogió a las personalidades, atraídas por la hospitalidad
graciosa y espiritual de la dueña. Los problemas más delicados eran debatidos
allí, lo mismo que los temas literarios. En ese célebre salón se cantó por
primera vez la canción patria, el 14 de mayo de 1813. Cinco hijos nacieron en
tanto: Clementina en 1807, Juan en 1809, Magdalena en 1811, Florencia en 1812 y
Albina en 1817. Este último año marcó una desgracia. Thompson, enviado a los
EEUU, enloqueció y murió en el viaje de regreso. En 1820 la viuda, muy
admirada, contraía nuevo matrimonio, esta vez con Washington de Mendeville,
francés expatriado cuya conducta le deparó muchos sinsabores, que terminaron en
separación, disimulada por las funciones diplomáticas del marido fuera del
país. Aquí había sido cónsul y muchos años más tarde Mariquita reveló, en carta
a Alberdi, las miserias de su vida con Mandeville. De este matrimonio tuvo un
hijo: Julio. Cuando Rivadavia fundo la Sociedad Benéfica requirió la ayuda de
Mariquita, que fue fecunda y entusiasta. Durante el gobierno de Rosas se
exilió, a pesar de la vieja amistad que existía, pues tomo partido por los
opositores, entre los que estaba su hijo Juan. Hacía algún viaje a Buenos
Aires, pero su hogar estaba en Montevideo. En 1846 fue a Río de Janeiro y al
año siguiente volvió a Montevideo, donde permaneció hasta después de
la Batalla de Caseros. Reanudó su labor en la Sociedad de Beneficencia, de
la que había sido presidenta en 1830 y 1832, y su salón volvió a brillar como
antaño, acogiendo cuanto tuviese que ver con la cultura y el patriotismo. En
1866 y 1867 volvió a presidir la Sociedad de Beneficencia todavía en plena capacidad
intelectual, pues trabajaba y escribía cartas admirables. La muerte le llegó el
año siguiente, el 23 de octubre de 1868.
Históricamente se ha representado a esta mujer como
un personaje más en la historia argentina, relegándola al hecho de haber interpretado
el 14 de mayo de 1813 por vez primera en su
célebre salón el Himno Nacional Argentino. Pero en realidad,
Mariquita Sánchez de Thompson fue una de las primeras mujeres argentinas
políticamente activas.1 Su casa de la
calle Umquera, hoy calle Florida, acogió a las personalidades de la causa
revolucionaria de 1810, atraídas por la hospitalidad de la dueña. Los asuntos
más delicados se debatían allí, así como los temas literarios.
Era una fina cronista de los sucesos que
conformaron luego la historia fundacional de Argentina como república y tenía
conciencia de la proyección histórica que podían tener sus escritos. En más de
una ocasión sus actitudes fueron consideradas políticamente incorrectas e
incluso respondía con tácticas retóricas agudas.1
Formó parte de la Sociedad de Beneficencia,
siendo una de las fundadoras, primera secretaria de la institución
en 1823 y presidenta de la misma entre 1830 y 1832. A ésta se le encomendaban las escuelas y colegios
de mujeres de toda la provincia de Buenos Aires. También administraba
hospitales y casas de huérfanos.
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